lunes, 19 de agosto de 2013

Por una Legión de las Sociedades Libres

Me increpan a menudo diciéndome: usted que odia tanto a nuestra república, usted que señala al gobierno como responsable de toda crisis habida y por haber, que detesta las obras publicas tildándolas de fuentes de fracaso, malgasto, corrupción, privilegios y fraude, entonces ¿que sistema propone? si todas sus objeciones se empeñan en la mera critica sin proponer una estructura viable para la sociedad, continua ¿sus palabras entablan infinitas críticas pero ninguna forma de gobierno eficiente? Están impregnadas de fracaso por no ser valoradas por ningún ciudadano con dos neuronas por cerebro.


La tónica de una conversación más o menos honesta sigue así; se aceptan comúnmente las críticas, se avergüenzan de los errores, pero con una mirada optimista finalizan que al menos no estamos tan mal y aun así hay cosas peores que nosotros, gracias a Dios, no tenemos la desgracia de sufrir. Es un sistema deficiente pero provoca más bien que mal y al no haber más opciones, no hay más que quedarse necesariamente con él. Entonces la pregunta queda en el aire ¿Cómo se pueden entender y sufrir las desastrosas consecuencias de un sistema que supuestamente sirve para la salvaguarda de la sociedad y al mismo tiempo defenderlo alegando que sin él todo es peor?

Voy mas lejos y para mi tranquilidad encuentro a los que comprenden perfectamente que esto no puede seguir así, que seria necesario destruir al estatismo como solución final, pero luego expresan; estamos soñando mucho ¿Cómo destruiremos al estatismo en nuestro país si alrededor del mundo más de un centenar de estados, unos mas poderosos que otros, gobiernan a casi 7000 millones de personas? ¿Como hacerlo si encima existen asociaciones de estos estados que se reúnen en asamblea para pactar acuerdos comerciales, deliberar acciones militares y ayudarse entre sí con miras a defenderse mutuamente? A estas preguntas, tanto a las pro-estatistas como a las no, les respondió así: por medio de una legión de sociedades libres. ¿Qué son estas sociedades y de que tratan? Se tratan de un conjunto de voluntarias y pacificas agrupaciones humanas verdaderamente libres, esto es sin necesidad del régimen paternal de alguna autoridad para el goce de libertades, situadas en alguna superficie del planeta donde el estado ha sido totalmente destruido.

Al no existir el ente rector del robo y la explotación los hombres cooperan, negocian, trabajan y se enriquecen solo para sí mismos o para quienes quieran. No hay ninguna especie superior de hombres justicieros que impongan que tal cantidad de propiedad tiene que ser sustraída de otros hombres que componen la sociedad para el bien de ésta. Todos son tan fuertes, tienen tan poco miedo a la verdad y son demasiado consientes para darse cuenta de que no se puede ayudar a alguien robándole. Que a esta altura no se puede enmascarar el crimen bajo las palabras de solidaridad, pueblo o democracia, en fin, que ya no es razonable ser súbdito de un grupo de hombres parasitarios que ayudan a otros similares para mantenerse en su lugar. Son numerosas las sociedades en estas circunstancias y lo son por el hecho de ser plenamente libres.

Existen sociedades religiosas, sociedades que practican ciertas ideologías humanistas, ciertos aspectos culturales o milenarios, algunas determinadas formas de vida ascéticas y altruistas, o aquellas que pretenden revivir la historia, las costumbres o las utopías de las cuales todavía no se pueden despegar. Pero pertenecen a esta legión siempre y cuando no impongan su visión de la paz, la vida y la muerte a quienes no quieren aceptarla voluntariamente, de lo contrario se tratarían de simples violentos que buscan oportunidad para ejercer su violencia.

La industria

La industria allí es un elogio a la eficiencia, al adelanto científico, al nivel de vida de los trabajadores y a la gran opulencia de los productores libres. La movilidad social esta garantizada por el comercio, esto es, por los deseos, gustos y preferencias de la gente que crea y consume riqueza, no por los que la roban y se hacen llamar “defensores del pueblo”. Todos los hombres contribuyen al bien de sus congéneres pues aquí es la necesidad y la escasez real de bienes y servicios lo que los impulsa a iniciar las empresas que mayor calidad y menores precios confieren, sin que sea necesario que una minoría que no paga por consumir estos bienes y servicios tenga el derecho de imponer a que precio deben ser vendidos o utilizar el dinero ajeno para convertir en zombis empresas muertas por la oferta y la demanda.

El trabajador ya no es la débil, maleable e ignorante oveja explotada por el estado ni por las corporaciones aliadas o no a este, ya no debe elegir entre el hambre o el magro sueldo de un mercado laboral dirigido para beneficiar a los que no trabajan. Tiene una muy amplia libertad laboral, una innumerable cantidad de opciones, es libre ahora de vender su servicio laboral a quien sea y solo por el capital que él sea capaz de pactar y producir, pues el encargado de producirlo es él, no otro y es para sí mismo su consumo, no para el bien de los holgazanes con corbata que jamás tocaron un pico y una pala y ni mucho menos se atrevieron a fundar una empresa con su propio dinero. La ausencia del estado por fin eleva las posibilidades reales para la concreción del sueño de todo proletario: convertirse en empresario. Nadie le dice que con tal de intentarlo tendrá como castigo un impuesto progresivo, que mientras más gane beneficiando a los consumidores más odiado será y peor castigado estará o que invertir los ahorros propios para obtener beneficios por complacer los intereses ajenos es peor que prometer la dicha y la gloria desde el atril de algún edificio estatal.

Los idiotas no pueden decirle que el trabajo muscular de sol a sol es más bueno, saludable y mil veces mejor que trabajar la mente para orientar los propios recursos en pos de beneficiarse así mismo y a los demás. Como al estado siempre le convenía explotar a los asalariados manteniéndolos mayormente pobres, ingenuos y desinformados mediante su apoyo a los sindicalistas, siempre puso un muro de acero contra el crecimiento del empresariado a partir de estos, siempre estuvo en contra de que las ansias de prosperidad trasformaran al trabajador aburguesándolo a base de un bienestar antes inalcanzable para este. Solo se le permitía ser asalariado vendiendo su trabajo a cambio de capital, pero hoy al contrario, es libre de arriesgarse y obtener, si lo desea, mayor beneficio ahorrando e invirtiendo su capital para obtener aun más.

Nadie puede decirle a estas sociedades que la democracia les permitiría elegir el gobierno que deseen por que ante esto ellos responden; si tenemos la libertad de elegir a un gobierno, ¿por que no habríamos de tener la libertad de no pagarlo? Nosotros elegimos no pagar si así lo deseamos por que al igual que todo servicio comercial, nadie nos puede obligar a seguir pagando si hay disconformidad con los resultados. Negar este elemental razonamiento es defender la explotación del hombre por el hombre.

El sistema financiero es lo más estable que hubo jamás en alguna parte. Al no existir estados los banqueros que antiguamente usaban aquellos para enriquecerse a corto plazo a costa de empapelar el país y endeudar a su gente, no existen. No es que fueron fusilados, solo que ya no tienen intereses en juego, ya no les conviene la libertad por que no les beneficia. ¿Y los elefantes blancos?, hoy en día se deben conformar con ganar el sueldo por algún servicio laboral no especializado, pues no pueden aspirar a mas si lo único que hicieron en el pasado fue ser cómplices de una organización criminal para producir sin satisfacer a nadie, sin competir con nadie y obteniendo los recursos que otros perdían ilegítimamente. Su amada “fabrica de leyes” [1] a la cual acudían por no ser verdaderos empresarios sino nuevos ricos que obtenían dinero fácil de los débiles pobres por la fuerza, ha sido destruida.

¿Y el dinero? Su forma en papel murió y su monopolio de emisión murió dos veces más. La tumba de la legendaria “confianza en el sistema financiero nacional” yace en las ahora ruinas del viejo banco central. La inflación como solución a las eternas depresiones creadas por el mismo estado ha desaparecido. Todos tienen la libertad de imprimir, mal que mal la imprenta es el pilar de la libertad de expresión, pero nadie cae tan bajo como para imprimir papeles pintados que no valen nada como bien de cambio, papeles por los cuales nadie daría ni una mínima confianza en la tinta con la que están escritos. El estado, que rezaba que era legal que estos papeles sean impresos por él para luego obligar a los comerciantes, bancos privados, trabajadores, empresarios, agentes financieros y a cualquier tipo de negociación voluntaria a captarlos por la fuerza de las armas, murió.

El beneficio de esta muerte para los trabajadores es tremendamente bueno y básicamente significa que la estabilidad real de precios esta asegurada como así también un alza imparable de la productividad por trabajador y, por ende, una elevación del valor de todos los servicios laborales vendidos por este. Esto es así por que los indicadores económicos reales ya no están a merced de algún gobierno sino en la responsabilidad de la misma gente, por que es ésta la que decide si tal empresa o banco debe quedar en pie o no, por que es ella la perjudicada si prevalecen las empresas deficientes y los bancos quebrados. Es ella la que sufre los perjuicios de las malas inversiones y la desaparición de sus activos bancarios. El gran número de monedas y un aparentemente complicado sistema de precios [2] pueden ser la crítica del más enérgico activista pro-estatal.

Por supuesto, para el es mejor que las cosas sean simples, pero inestables. No sabe discernir que un mayor número de monedas, ya se trate de diferentes metales acuñados y/o billetes de banco bien respaldados, montan un ambiente sano, seguro y fácil de controlar por la gran población de trabajadores y empresarios al no distorsionar los precios, al invertir minimizando la incertidumbre y a mantener un estricto y visible control sobre el actuar de los bancos y sus depósitos. Cualquier indicio de depreciación monetaria para ser valedero no tiene ya que ser estudiado, avalado o combatido por una autoridad bancaria gubernamental y su correspondiente centro estadístico, sino por el simple y común consumidor, la clásica ama de casa que sabrá detectar mejor que nadie si tal o cual bien ha aumentado de calidad o precio, o de otra forma si con determinada moneda lo encuentra escaso. Estas señales que indican la calidad de cada moneda son dadas por los consumidores a los comerciantes, y en base a esto cada producto puede ser vendido al precio que el valor de cada moneda estipule. Así, los ahorristas mantienen vigilados sus depósitos acorde a la calidad de la moneda que emite su banco.

La ecuación es simple; si esta es mala, el banco también, y si el banco es malo, su banquero no merece mas que una estrepitosa corrida para que el fraude sea mas claro de ver y mas posible de evitar. De esta forma quedan cerradas las entradas para los ciclos de auge y caída tan conocidos por el intervencionismo estatal. Ya nadie invierte por el simple hecho de tener abundante dinero falso impreso legalmente por el gobierno, pues este tampoco está para modificar o intervenir la tasa de interés que el nivel real de ahorro de la comunidad permita. La caída de un solo banco solo es una cuestión legal a resolver entre los propios damnificados y los responsables. Los bancos que no saben respetar los ahorros de sus clientes mueren de asfixia sin que ninguna imprenta pueda salvarlos a costa de pasar la deuda a personas que no tienen por que ser deudoras.


La seguridad

En un mundo ampliamente estatista donde la legión ocupa una pequeña y débil posición, la seguridad se divide en dos formas: la interna, ante los violentos internos, y la externa, ante los externos. La primera se caracteriza por individuos o agrupaciones de estos que no están de acuerdo con los principios de relaciones voluntarias y pacificas, la segunda es igual que la primera en conceptos solo que posee un multiplicador acorde al tamaño de cada estado. Internamente la función monopolizadora del servicio de seguridad del estado, que era abonado por todos les sea proveído o no, se lo necesite o no, es remplazada ahora por empresas que lo brindan solo a los que lo pagan y solo a los que realmente lo necesitan. Así, el control por parte de la población para maximizar beneficios y abaratar costos en seguridad personal se encuentra en marcha constante. Ni que decir sobre la libertad de armas para eliminar en tiempo real esclavizadores, asesinos y ladrones inesperados. ¿Y quienes son los que no pueden acceder a estos servicios?

Lo que no trabajan y los que trabajando, le dan una importancia secundaria a su seguridad. Se podría esgrimir que los que no trabajan, no lo hacen por las calamidades de la desocupación y los que trabajan, por el alto coste de vida. Pero olvida esta crítica que la falta de trabajo y los altos precios en la historia siempre se dieron en países cuyos estados nunca respetaban la propiedad privada, que detestaban las inversiones productivas, que empobrecían a su pueblo con impuestos, aranceles, controles de precios o proveyéndoles una riqueza falsa mediante inflación. Busquen un país fuertemente estatista y solo verán crédito barato, impuestos, gastos estatales, mas impuestos, mas gastos, inflación, desocupación y por fin…burocracia [3] o conscripción para tapar el desempleo con trabajo público. Busquen mas y verán la necesidad del por qué estos gobiernos atrasados tenían que tapar estas desgracias haciendo popular la palabra “patria”, y me sabrán entender.

A los defensores de la tesis: “guerra de todos contra todos, gran ganador como gran nuevo estado”, la situación en la legión les defraudara por completo. Esto es así por que aun en las mejores condiciones de un libre mercado la aparición de un monopolio natural es una rareza, por que más libertad significa más competencia y solo saldrán ganadores de esa competencia los que mejor servicios sean capaces de brindar. Pero aun si se diera el caso, por el solo hecho de ser un monopolio natural seria de una eficiencia, un respeto y una responsabilidad tales que más que ente opresor se convertiría en el mejor defensor de la paz y la prosperidad en general. La otra barrera por la cual una “guerra de todos contra todos” es imposible en la legión, se basa en la imposibilidad de acumular capital real en una sociedad libre y en la aceptación de la mayoría de los consumidores de que la violencia, pero no la defensa, es algo detestable e imposible de soportar. El solo hecho de que el estado haya sido aceptado mayoritariamente por algunos siglos en base a que fundamentalmente se creía que este cumplía la función de protector de última instancia, evidencia aquel hecho.

No pueden ahora los grandes grupos concentrados gracias al estado, obtener privilegios y beneficios expresados en papeles impresos sin valor [4], pues la sociedad en sus intercambios diarios los desecharía sin pensar mucho. El capital ya no se regala para fines coercitivos, sino que se gana, y en una sociedad libre la única forma de ganarlo es sirviendo a la mayoría, no imponiendo. Quienes deseen ganarlo de otra forma tienen más probabilidades de perder que de triunfar, estarán siempre más cerca del calabozo de alguna prestigiosa empresa de seguridad que gozando sus ganancias mal habidas en alguna playa paradisíaca. Si suponemos que para explotar y conquistarlo todo, estos individuos deben ser ante nada ladrones, su principal misión se centraría en la acumulación de capital. Pero la alta competitividad de monedas es un gran problema para estas organizaciones violentas; si obtienen crédito de algún banco será por que son solventes, o sea, que en el pasado hicieron un bien a la sociedad intercambiando recursos, si no lo son, difícilmente alguna entidad seria les prestaría dinero. Si son solventes pero el crédito es utilizado para fines violentos, sus intercambios en la sociedad obtendrán dos tendencias: serán mayoritariamente de suma cero, es decir obtendrán dinero sin dar nada a cambio, y del otro lado, este perjuicio a la victima del robo hará colocar en una posición primaria el servicio de seguridad para si misma.

Del lado saqueador las consecuencias de esta acumulación sin vender algo a cambio produce un aumento brusco del consumo en la/las monedas saqueadas, no principalmente de la inversión pues los holgazanes violentos prefieren el dinero fácil por no ser capaces de crear dinero difícil siendo empresarios o trabajadores. Todo esto de por si comienza a ser una pérdida para los emisores de monedas: los bienes que mediante estas emisiones se producen son insuficientes y no equivalen al aumento de lo que se consume, por lo que la respuesta directa es una inflación moderada que puede ser peor dependiendo de la cantidad de capital sustraído y posteriormente consumido. Aun, en el caso utópico, si este capital malversado fuese utilizado para comprar preferentemente medios de producción en el mercado más que privilegiar el consumo, las consecuencias de un sobre-consumo sobre la producción siguen en pie por la existencia de un gasto excesivo en esta clase de medios. Pero la competencia, el mejor remedio contra la inflación, entra en juego automáticamente e influye para que los tenedores se desvíen de una moneda hacia otra. Las cotizaciones se alteran pero al ser impuestos los tipos de cambio y las tasas de interés por el mercado y no decretados por algún estado, sumado el beneficio de una economía descentralizada donde pequeños cambios en los precios pueden dar consecuencias importantes, la responsabilidad del banco por evitar un robo o depreciación de sus bienes aumenta considerablemente. Después de todo emiten dinero no imprimiendo papel sino mediante la creación de riqueza y, dado además que los bancos son los principales blancos de grandes robos, es lógico que tomen una sólida postura para defender sus activos.

Defender al banco es defender a los deudores y acreedores del mismo, en definitiva es velar por la seguridad de la propiedad de todos los individuos trabajadores y pacíficos. Esto resguarda mucho al ahorrista, la principal posible victima, ya que el sistema bancario del cual es cliente podría proporcionarle nuevas tecnologías para evitar perjuicios, tanto dentro del banco como fuera en las transacciones comunes del sistema financiero. En un caso extremo si las organizaciones violentas no cuentan al crédito bancario para cumplir con sus monumentales metas de asalto, para conseguir capital se tienen que atener necesariamente al peligro mortal de enfrentarse con una sociedad mayoritariamente portadora de armas, a sus clientes por excelencia de competitivas empresas de seguridad privada, es decir a individuos que directa o indirectamente tienen altas posibilidades de matar a otros que amenacen su seguridad, no directamente sus vidas, pero sí su seguridad. Si partimos del hecho real y concreto de que la mayoría de la población humana detesta la violencia, ya podemos adivinar el triste desenlace que les espera a los partidarios de ésta en la legión.

¿Y la seguridad ante amenazas externas? La ejecuta un autentico ejercito privado. Este se caracteriza por no haber surgido espontáneamente, sino concienzuda y eficazmente planificado de forma deliberada para que, una vez formado, su fin fuera el de proveer un potente servicio se seguridad contra todo tipo de organización estatal que se atreva a querer intervenir o conquista la legión. ¿A quien beneficia este ejercito negro? A quienes abonan su prima para que la amenaza de cualquier organización militar estatal sea neutralizada, reprimida o en última instancia eliminada, debido a que los servicios de seguridad internos por su capacidad, modalidad y recursos solo orientados en combatir criminales comunes y minoritarios, no sirven para esta finalidad. En ultimo termino el ejercito negro cumple un servicio mas de seguridad pero orientado en contrarrestar organizaciones violentas que por ser de naturaleza estatal, requieren un trato especial, es decir una alta acumulación de capital, una organización compleja y un financiamiento de mayor envergadura para materializar sus recursos defensivos (armas, mercenarios, inteligencia, tecnología, bunkers).

¿Quienes manejan esta gran empresa armada? Los idearios, fundadores y conductores de este ejercito son aquellos individuos que entienden que la principal meta para el beneficio de la sociedad y el suyo, radica en instaurar la libertad en forma pacifica y progresiva [5], sin interferir con la seguridad interna de la legión que ya se encuentra instaurada y en la cual, la alta potencia defensiva de este ejercito no tendría sentido en actuar. Por supuesto, acá no hay generales, coroneles, tenientes ni soldados rasos, aquí solo existen propietarios, empresarios, accionistas, gerentes generales, encargados, y trabajadores. Estos trabajadores no luchan por alguna “patria”, “pueblo”, o “nación”, sino que trabajan por dinero como cualquier otro tipo de trabajo en el mercado laboral. Se respeta ante todo al individuo que trabaja y nadie, absolutamente nadie puede poner en peligro su vida si la decisión personal de éste así lo quiere. Los trabajadores como tales solo cumplen su trabajo voluntariamente convenido, por lo que no tienen el “deber” ni el “honor” de suicidarse o arriesgar su vida por la fuerza y, si la ven peligrar, renuncian como cualquier trabajador disconforme con los sueldos o el ambiente de trabajo.

Aunque los estatistas militaristas se horroricen al presenciar esto, no logran ver que la abismal diferencia entre un mercenario y un soldado reclutado por algún gobierno, con o sin conscripción, es que, en el primer caso el dinero para mantenerlo en su puesto es pagado por una empresa privada de su propio capital con el fin de acrecentar ganancias sirviendo a sus clientes, y en el segundo, pagados por el estado con dinero robado para defenderse a sí mismo de los que no estén de acuerdo con su esclavismo o para cuando decida combatir a otros estados que amenacen su hegemonía.

La financiación voluntaria de este gran servicio lo ubica dentro del mercado, pero ¿quiere decir esto que podrían haber varios ejércitos negros? Si, pero solo el o los ganadores de la competencia, los que absorban una mayor parte del mercado por complacer a sus clientes mediante innovaciones y estrategias que otros son incapaces de proveer. Nadie esta obligado a pagar estos ejércitos, pero mayoritariamente todos pueden beneficiarse de sus servicios sin abonarlos ante situaciones de invasión estatal o posibilidades de estas, pero lógicamente si alguien esta seguro de que desea mayor protección y a la ves sabe que esta dispuesto a pagarla sabiendo lo perjudicial que seria volver al estatismo, de hecho lo haría. Este mercado de armas no conduciría a una guerra interna por que las armas no se apuntan para competir, sino que se concentran para demostrar mayor seguridad externa cuando sea necesaria. De lo contrario este hecho (guerra interna) en un mercado libre seria aplastante para quienes lo lleven a cabo [6].

Esas armas, el sueldo de quienes las utilizan y las ganancias de quienes las controlan, después de todo no se deben a un flujo constante de recursos sustraídos a miles de individuos por la fuerza, sino que estos mismos tienen la libertad de controlar aquellos a voluntad acorde al servicio recibido. El alto gasto ocupado en eliminar competencia interna más que en la defensa externa, no esta garantizado para nadie, por lo que ante un mal servicio, las armas, los sueldos y las ganancias solo cambian desde los peores a los mejores del mercado.

El mercado tiene leyes que hacen algunos servicios proclives a un cambio radical respecto a otros, y el caso de la defensa armada exterior es un buen ejemplo. Este cambio incumbe a una creciente modernización a nivel tecnológico, una mejor reorganización de recursos junto a una mas optima distribución de riquezas que contribuyen con el abaratamiento de costos, la ampliación de servicios y lógicamente mejores resultados para los clientes. En el caso de los ejércitos negros, el fin último de esta modernización es la automación. Esto es así debido a las leyes mismas del mercado que estipulan que un servicio cuyo riesgo económico es alto, necesariamente tiene que conseguir factores de producción que abaraten costos, de lo contrario, la competencia y por lo tanto los servicios, se hunden. El alto costo no solo se debe al mayor capital que debe ser invertido y posteriormente arriesgado en armas, sino al factor humano en lo referente a la captación de mercenarios.

Como todo trabajo, solo muy pocos lo venden a cambio de capital si hay altas posibilidades de ser perjudicados físicamente siendo heridos o muertos en combate, sin olvidar que estos pocos exigirían razonablemente precios altos por estas tareas. Es por esto que la mecanización, la automatización más completa posible, junto a la compra o investigación de tecnología avanzada son los fines principales de toda empresa de defensa interior y exterior, pero acorde al tamaño necesario de las inversiones y gastos, esta última tiene preeminencia sobre la primera. Estas metas para el/los ejércitos negros significan dos opciones: mejorar la seguridad de los mercenarios, su preparación y sus armas, o tratar de minimizar aquellos mediante la sustitución de ejércitos humanos por filas mecánicas, esto es suplantar unidades humanas de combate por unidades mecánicas de combate, fin último de la automación en los ejércitos de defensa externa. Finalmente se denomina “ejercito mecanizado para la defensa del orden extenso” al ejercito negro que respetando los fines de una fuerza privada de defensa externa, haya cumplido exitosamente con una automación tal que sea capaz de cuidar, promover e instalar la paz, la libertad individual y la búsqueda de la felicidad en todo el mundo conocido y por conocer, tarea universal que requiere la eliminación total de todos los estados existentes en el planeta con el propósito de dar entrada al entorno libre y natural de la humanidad reflejada en una sociedad libre y completamente globalizada.

Los tribunales

La justicia ya no es el supuesto ente supremo perfecto e iluminado que todo lo sabe y entiende. Ahora es un servicio como cualquier otro que tiene validez por el hecho de ser pagado voluntariamente por la gente. Un servicio que consiste, en amplios términos, en tratar de ser objetivos en la búsqueda de la verdad ante determinadas situaciones conflictivas entre los habitantes de la legión. La búsqueda de la verdad en un hecho cuya trama se desconoce, como cualquier otro trabajo, es capitalizado por que sus implicantes en estas situaciones así lo valoran, y como todo valor implica un grado de riqueza para el ser humano, la administración de justicia no es la excepción. Nadie es tan estupido como para subvencionar la búsqueda de la verdad ajena, pero es libre de hacerlo si así lo desea. La justicia en si, no se trata de una especie de corte universal que se auto-impone el deber de regir la ley por la “paz y el orden” de la población, sino un conjunto de empresas cuyo servicios incumben el establecimiento de la paz y el orden para quienes no tienen o no perciben estas dos situaciones en sus vidas.

Estas empresas no tienen “legislación” sobre determinados territorios en el cual, como hacia el estado, se obligue a pagar por el servicio a personas que no están de acuerdo con el o sus tarifas. Es elemental considerar que los límites imaginarios instaurados por el estado bajo el nombre de “división política” se encontraría eliminado, después de todo el federalismo y el republicanismo son las dos fuerzas que mantenían mas enraizado al estado en nuestro mundo actual.

Los individuos mas civilizados, esto es, los que son proclives a menos conflictos con sus congéneres son los primeros en contratar estas, bien llamadas, empresas de administración de justicia. Los que no forman parte de su clientela se encuentran entre los más acusados o citados como posibles cómplices o victimarios y son los que generalmente más pagan por sus acciones. Tener la certeza de la verdad requiere responsabilidad y esfuerzo en invertir en la seguridad de la misma. Los enemigos de la paz, la vida y la propiedad, por supuesto no se molestan mucho en contratarlos pues no les conviene por que ante la verdad de sus actos reales, caerían en grandes y absurdos gastos económicos.

Ya no existe el estado que les subvencione el jurado, los jueces, los abogados, los complejos edilicios de justicia y la cárcel. La muerte del estado significa la eliminación del sistema que para enjuiciar, salvar o penalizar a criminales, gravaba a inocentes que nada tenían que ver con estos. La corrupción y la mentira, los ingredientes predilectos de la injusticia en todo sistema judicial estatal se derrumbaron por completo: la compra de jueces, los arreglos entre abogados, la falsificación de pruebas y demás fraudes similares son difíciles de realizar cuando los costos y la competencia por el prestigio lo impiden. Los individuos pacíficos han sido liberados pues ya el inocente no es culpable, no subvenciona por la fuerza los procesos de quienes acudieron a la violencia como modus vivendi ni tiene el derecho ni la obligación de hacerlo.


El altruismo y la era post-estatal

Pero la instauración de una legión de las sociedades libres traerá consecuencias negativas, además de una guerra civil que hay que llevar en el menor tiempo posible y con la menor o nula cantidad de victimas, por supuesto. Esto es así no debido a la legión misma claro esta, sino a la existencia anterior de un estado activo. ¿Qué hacer con la gran cantidad de personas que tienen en sus manos la riqueza falsa del papel moneda del estado? ¿Qué hacer para aminorar las consecuencias de la gran destrucción creativa que conllevara la eliminación de un estado grande? ¿Qué ocurrirá con los individuos que trabajaban para un estado que ahora no existe? El ejército negro que resulte vencedor en la guerra contra el estado, tiene en este caso la dura tarea de hacer saber a la población recién emancipada que desde el preciso momento en que las ramas armadas enemigas fueron destruidas o neutralizadas, todas las construcciones edilicias estatales pasan a ser automáticamente albergues transitorios temporales para todos aquellos individuos que carezcan de propiedad o posean edificaciones precarias como residencia, siendo muy probablemente los organismos ordinarios de caridad, incluida la Iglesia, las sociedades de beneficencia y toda organización filantrópica los encargados de organizar, monitorear y distribuir dichos actos de solidaridad, recayendo en el ejército negro, como un sacrificado acto de voluntad y humanidad, la sola función de brindar protección y seguridad mínima a los mismos por un periodo corto de tiempo hasta que en un futuro muy cercano el comercio libre haya absorbido a toda esta cantidad de desocupados y desposeídos. Esta de mas decir que el crecimiento de las empresas privadas de seguridad, justicia y educación al no existir estado en su camino, serán importantes en la creación de empleo para individuos ya especializados en estas áreas. Lo mismo se dice respecto a la baja de la desocupación por la ausencia de todo tipo de control (micro-macro) económico estatal y a la libre migración de personas.

En lo referente a la justicia contra los actos pasados del estado, queda claro que toda sentencia que este haya dictado en defensa suya, queda anulada. Toda deuda que haya contraído cualquier individuo o asociación de estos con el estado, queda sin valor. Todos los bienes encontrados en los edificios estatales serán transferidos a las asociaciones de caridad más respetables. Todo individuo o grupos de estos que hayan sido parte o cómplices directa o indirectamente del estado, serán sometidos por parte del ejército negro vencedor a un juicio universal por latrocinio. Entre estos individuos se pueden contar en conjunto a: todo el ultimo gabinete presidencial, todos los congresales, todos los partidos políticos activos, todos los sindicalistas con lazos con el estado, todos los tribunales gubernamentales superiores e inferiores y todo individuo que sin pertenecer al estado haya recibido ayuda de este para defenderlo ya sea como militancia política o propaganda. Entre los sentenciados se puede obviar a los que formaron parte de las fuerzas armadas estatales, ya que desde una perspectiva razonable solo se tratan de individuos inocentes pero adoctrinados que a cambio de una remuneración monetaria del estado, se levantaban en armas para defenderlo.

Más allá de las sentencias de este juicio, todos los bienes y propiedades que hayan pertenecido a todo individuo que participo directa o indirectamente en el estado, serán transferidos automáticamente a las organizaciones de caridad para que estas se tomen la tarea de distribuir entre los que ellas consideren individuos mas necesitados.

Si el derrocado estado entre todas sus confiscaciones poseía monedas fuertes como reservas en algún banco, estas se usaran para intercambiarlas por la alta cantidad de papel moneda (ahora sin valor) que emitió en el pasado, pero a un tipo de cambio adecuado. La meta es devolver al pueblo el dinero confiscado a este y acelerar la recuperación haciendo más fácil el traspaso desde una moneda muerta hacia otra fuerte, evitando dejar desamparados a los trabajadores cuyos últimos sueldos antes de finalizar la guerra era suministrado con dinero emitido por el estado. Una vez completada esta primera etapa, todo tipo de construcciones ya se traten de escuelas, palacios de justicia, residencias del gobierno; de las fuerzas armadas, de bancos, de universidades, de fomento cultural, de empresas publicas [7], de prensa y todo tipo de edificaciones que hayan sido construidas por el estado, se trasformaran en propiedades completamente privadas de los últimos albergados en las mismas a cargo de las organizaciones de caridad.

Como dinero inicial, la legión en su conjunto adoptara la/las monedas menos depreciadas que se perciban en ese momento, hasta que el metal comience a fluir [8].

Las represas hidroeléctricas, plantas atómicas y termoeléctricas, los extractores de petróleo y toda instalación de creación y distribución de combustible o energía eléctrica que hayan formado parte del sistema energético estatal no deben privatizarse por nadie [9]. Estas instalaciones, en lo posible, no pueden venderse ni ser donadas a individuos para su beneficio por que eso equivaldría a entregar bienes robados a una gran población a sujetos que no poseen el legítimo derecho de propiedad sobre ellos. Si existen filántropos o altruistas que tengan la buena intención de seguir haciéndolas funcionar para el bien de toda o parte de la sociedad, bienvenidos sean después de todo es su voluntad, pero bajo ningún motivo alguien debe cobrar por el uso de un recurso que ya fue pagado forzosamente por toda la población a través del estado. El propio mercado se encargara de crear nuevas y más eficientes fuentes de creación y distribución de energía que las proveídas alguna vez por el estado.


La solución final

Esta solución, esta lucha a fuerza contra el estado es factible y realmente necearía si nuestras metas como individuos que buscan la libertad, la prosperidad y el bienestar común tienen la voluntad de concretarse. El único condimento para que la mayoría de los defensores de una sociedad libre se animen a entrar en acción, es aquel que tanto deprecia y combate el estado: el radicalismo. Siendo radical y llevando dentro la convicción profunda de que los tiempos del estado están contados, se llegara a levantar la revolución anti-estatal tan esperada. Se trata solamente de ser revolucionarios e inteligentes. El revolucionario lleva en sí el radicalismo por que la razón y la práctica en la vida real le han hecho detectar un orden anormal a la civilización humana. Es inteligente por que a la par de este radicalismo, comprende que no debe caer en el error de la lucha socialista de entregar la vida misma por un ideal. No lucha por un ideal, sino por la libertad humana inteligentemente arrebatada. La vida, por el contrario, debe valorarse ahora más que nunca por que la destrucción del estado se lleva a cabo por el mejoramiento real de la vida misma, no por otra cosa. El radical es realista por que entiende al poder, sigue sus pasos y hace ver a todos sus errores y contradicciones, pero además asimila los límites, sabe hasta donde hay que llegar, sabe que no todo se puede cambiar de una sola vez como pretende el ingenuo luchador, pero ante todo el radical entiende perfectamente que por lógica el estado debe morir de muerte violenta.

Diego S. Sosa, 11/5/2013


Notas

1-Alusión de Federico Bastiat a los empresarios que buscan en el estado protección contra la competencia – Lo que se ve y no se ve – Capitulo 7.

2-Los diferentes precios en los diferente artículos del mercado pueden visualizarse y calcularse mediante tablas electrónicas en los locales comerciales. Estas consistirían en una matriz luminosa a la entrada de los mercados en donde las coordenadas rectangulares ubican el precio de un mismo producto en varias monedas. También existe la opción de que cada producto posea un pequeño indicador digital con la opción de mostrar el precio al seleccionar la moneda a pagar. La electrónica moderna puede fácilmente resolver los inconvenientes técnicos de un sistema de precios con múltiples monedas para beneficio del consumidor final.

3-La devaluación de la moneda local es un hecho que beneficia enormemente la creación de nueva burocracia. La reducción forzosa del ahorro y las utilidades de las multinacionales en dólares, conlleva a la disminución del sector privado y ampliación del público como sostenedor de un pleno empleo. Las importaciones se reducen con lo cual el estado, mediante controles, restricciones y nacionalizaciones de empresas, se convierte en proveedor de los principales insumos y productos finales con el consiguiente incremento de la burocracia corporativa.

4-Correspondiente al papel moneda ordinario, bonos del estado, títulos públicos y todo papel similar en el cual el estado haya decretado valor por ley de sí mismo.

5-Con “pacifica” me refiero a que ninguna fuerza armada privada puede atacar a organizaciones que no se identifican con un estado, ya sea dentro o fuera de la legión.

6-En el instante en que algunas de estas empresas se preste atacar a organizaciones armadas privadas que no iniciaron la fuerza contra ellas, dejan de pertenecer al comercio libre para pasar a formar parte de las organizaciones violentas que se basan en utilizar su propio capital para asesinar, robar y esclavizar.

7-Empresas públicas cuyas funciones no hayan sido la creación o distribución de energía.

8-Estas nuevas monedas estarán regidas por la ley de Gresham y pueden consistir en dinero fiat de raíz estatal exterior ante la ausencia de patrones metálicos internos. Solo los bienes de cambio menos depreciados tendrán la libertad natural de circular.

9-Bajo una concepción moral la privatización de estas empresas no se puede realizar si se cuenta que fueron totalmente financiadas por el estado a través de violaciones serias a la propiedad privada de millones de individuos. Por otro lado estas privatizaciones crearían privilegios monopólicos que perjudicarían seriamente el inicio de la competencia en un mercado 100% libre. Su destrucción recaería en serios perjuicios para la sociedad recién liberada, por lo que lo ideal seria que, de alguna forma, sigan en funcionamiento proveyendo servicios sin cobrar por él mediante la cooperación voluntaria y desinteresada, hasta el nacimiento de las capitalizaciones de estos servicios. A no tener opción en caso extremo, el ejército negro podría privatizarlas entregando el capital valorado a las asociaciones de caridad más prestigiosas.